Inconfesable (Lemans o algo así)
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Inconfesable (Lemans o algo así)
La culpa de todo, en este caso, no la tiene Yoko Ono, como dice la canción, sino una tal Ati. Estábamos adjudicándoles canciones de Sergio Dalma a la parejita feliz, una cosa llevó a la otra y... Juzguen ustedes mismos.
Inconfesable
Mario canturreaba por lo bajo una canción que acompañaba con una mirada encendida y traviesa de niño que acaba de romper un cristal de un balonazo y una sonrisa que a Leo se le antojaba demasiado alegre. Estaba tramando algo, alguna maldad que consideraba divertida y ocurrente, no podía ser más obvio en sus gestos ni en el hecho de que la trastada fuese dirigida hacia ella, a quien no había dejado de mirar de soslayo desde que ella y Molina habían vuelto de hacer sus pesquisas en la calle.
Le ofreció un café y Leo aceptó por no negarse, esa sonrisa creciente no presagiaba nada bueno. De una manera pretendidamente discreta, intentó observarle metiendo las moneditas en la máquina y recogiendo los dos vasitos de plástico. No les había echado nada salvo una risilla nerviosa y malvada que evidenciaba que apenas podía contener dentro de sí lo que fuera que tenía en mente.
—Aquí tienes.
Dejó el café de Leo sobre su escritorio e inmediatamente Leo oyó un suave “plof” de papeles cayendo al suelo al paso de un Mario que volvía a su mesa sin detenerse ni reparar en el sonido. Eran dos tarjetas alargadas, más largas que las de visita, con un código de barras en el lateral y parecía haberlas dejado caer por accidente. Se inclinó y las recogió sin prestarles mucha atención.
—Eh, Mario, se te han…
Una vez las tuvo ante sí y las pudo observar, descubrió que las tarjetas no eran tales y que, casi con absoluta certeza, a Mario no se le habían caído accidentalmente, sino a propósito y con total conocimiento de causa. Eran entradas, dos entradas para un concierto que tendría lugar un par de días después. Un concierto nada menos que de Sergio Dalma. El cursi de Sergio Dalma, el mismo autor de la cancioncilla que Mario llevaba media mañana cantando entre dientes.
—¿Qué decías, Leo?—preguntó Mario haciendo girar su silla con una sonrisa encantadora y falsamente pura e inocente.
—Que se te han caído las entradas para ver al moñas este.
—Ah, vaya. Bueno, no pasa nada. Como vas a venir conmigo, guárdamelas tú si quieres.
Leo abrió tanto los ojos y la boca como si intentase entrar en el Guinness y terminó cerrándolos de golpe y sacudiendo la cabeza de manera frenética. Conque eso pretendía, llevársela a entonar canciones capaces de acabar con la población mundial de diabéticos. Por supuesto, le acompañaría tan pronto como los científicos mostrasen a la humanidad una nueva especie de batracio que, a diferencia de sus congéneres, presentase una hermosa cabellera peinada en trencitas de raíz. Ese mismo día y nunca antes, se dijo Leo, le acompañaría.
—¿Que yo… Tú… tú deliras. Tú no te has tomado tu medicación esta mañana. ¿De qué voy a ir yo contigo al concierto de este ñoño, vamos a ver?
—Bueno, no sé. Se me ocurre una buena razón. O, mejor dicho, ¿veinti… tres? Sí, creo que eran veintitrés exactamente.
—¡¿De qué estás hablando?!
—Del número de canciones de Sergio Dalma que tienes en el mp4.
—¡¿Qué?! ¡¿Tú como sabes…
Consciente de lo que acababa de decir y horrorizada porque no ya solo Mario, sino también Molina y Rocío, conociesen aquel vicio inconfesable, cerró la boca y se la cubrió con las manos. Incluso las más duras tienen sus momentos de princesita, se justificó interiormente, y en momentos de depresión no había nada mejor que canciones que hablasen de ese amor que siempre se había intentado prohibir por considerarlo falso y estúpido. Aun así, se lamentó, su película preferida seguiría siendo “La princesa prometida” y cada vez que oía “Solo para ti”, de aquel maldito cursi completamente idiota no podía evitar ver a Mario en su mente cantándosela al oído.
Con la sonrisa más traviesa y más triunfante que nunca, Mario abrió su cajón y extrajo algo de él que agitó ante la mirada de Leo. El mp4. Leo agachó la cabeza y resopló. Se lo había dejado cargando en el ordenador al salir a la calle. De hecho, si mal no recordaba, había dejado una ventana abierta donde se veía el contenido. ¿Qué culpa tenía ella de que les hubieran dado un aviso justamente cuando reorganizaba las canciones?
—Veinticuatro.
—¿Cómo dices?
—Que son veinticuatro putas canciones, ¿me lo devuelves ya?
—Vale, pero a cambio me guardas las entradas, ¿hace?
Inconfesable
Mario canturreaba por lo bajo una canción que acompañaba con una mirada encendida y traviesa de niño que acaba de romper un cristal de un balonazo y una sonrisa que a Leo se le antojaba demasiado alegre. Estaba tramando algo, alguna maldad que consideraba divertida y ocurrente, no podía ser más obvio en sus gestos ni en el hecho de que la trastada fuese dirigida hacia ella, a quien no había dejado de mirar de soslayo desde que ella y Molina habían vuelto de hacer sus pesquisas en la calle.
Le ofreció un café y Leo aceptó por no negarse, esa sonrisa creciente no presagiaba nada bueno. De una manera pretendidamente discreta, intentó observarle metiendo las moneditas en la máquina y recogiendo los dos vasitos de plástico. No les había echado nada salvo una risilla nerviosa y malvada que evidenciaba que apenas podía contener dentro de sí lo que fuera que tenía en mente.
—Aquí tienes.
Dejó el café de Leo sobre su escritorio e inmediatamente Leo oyó un suave “plof” de papeles cayendo al suelo al paso de un Mario que volvía a su mesa sin detenerse ni reparar en el sonido. Eran dos tarjetas alargadas, más largas que las de visita, con un código de barras en el lateral y parecía haberlas dejado caer por accidente. Se inclinó y las recogió sin prestarles mucha atención.
—Eh, Mario, se te han…
Una vez las tuvo ante sí y las pudo observar, descubrió que las tarjetas no eran tales y que, casi con absoluta certeza, a Mario no se le habían caído accidentalmente, sino a propósito y con total conocimiento de causa. Eran entradas, dos entradas para un concierto que tendría lugar un par de días después. Un concierto nada menos que de Sergio Dalma. El cursi de Sergio Dalma, el mismo autor de la cancioncilla que Mario llevaba media mañana cantando entre dientes.
—¿Qué decías, Leo?—preguntó Mario haciendo girar su silla con una sonrisa encantadora y falsamente pura e inocente.
—Que se te han caído las entradas para ver al moñas este.
—Ah, vaya. Bueno, no pasa nada. Como vas a venir conmigo, guárdamelas tú si quieres.
Leo abrió tanto los ojos y la boca como si intentase entrar en el Guinness y terminó cerrándolos de golpe y sacudiendo la cabeza de manera frenética. Conque eso pretendía, llevársela a entonar canciones capaces de acabar con la población mundial de diabéticos. Por supuesto, le acompañaría tan pronto como los científicos mostrasen a la humanidad una nueva especie de batracio que, a diferencia de sus congéneres, presentase una hermosa cabellera peinada en trencitas de raíz. Ese mismo día y nunca antes, se dijo Leo, le acompañaría.
—¿Que yo… Tú… tú deliras. Tú no te has tomado tu medicación esta mañana. ¿De qué voy a ir yo contigo al concierto de este ñoño, vamos a ver?
—Bueno, no sé. Se me ocurre una buena razón. O, mejor dicho, ¿veinti… tres? Sí, creo que eran veintitrés exactamente.
—¡¿De qué estás hablando?!
—Del número de canciones de Sergio Dalma que tienes en el mp4.
—¡¿Qué?! ¡¿Tú como sabes…
Consciente de lo que acababa de decir y horrorizada porque no ya solo Mario, sino también Molina y Rocío, conociesen aquel vicio inconfesable, cerró la boca y se la cubrió con las manos. Incluso las más duras tienen sus momentos de princesita, se justificó interiormente, y en momentos de depresión no había nada mejor que canciones que hablasen de ese amor que siempre se había intentado prohibir por considerarlo falso y estúpido. Aun así, se lamentó, su película preferida seguiría siendo “La princesa prometida” y cada vez que oía “Solo para ti”, de aquel maldito cursi completamente idiota no podía evitar ver a Mario en su mente cantándosela al oído.
Con la sonrisa más traviesa y más triunfante que nunca, Mario abrió su cajón y extrajo algo de él que agitó ante la mirada de Leo. El mp4. Leo agachó la cabeza y resopló. Se lo había dejado cargando en el ordenador al salir a la calle. De hecho, si mal no recordaba, había dejado una ventana abierta donde se veía el contenido. ¿Qué culpa tenía ella de que les hubieran dado un aviso justamente cuando reorganizaba las canciones?
—Veinticuatro.
—¿Cómo dices?
—Que son veinticuatro putas canciones, ¿me lo devuelves ya?
—Vale, pero a cambio me guardas las entradas, ¿hace?
Plenilunio- Mandamás
- Localización : al teclado
Re: Inconfesable (Lemans o algo así)
Jo, aquí siempre acabo teniendo yo la culpa de todo... seguro que del tochazo ese que nos tenemos entre manos también tendré la culpa yo... Aissss, soy una incomprendida, a ratos me siento como Leo
Este fic me lo tomo como algo personal, que lo sepas, me ha encantado y es que mi Sergi es mucho Sergi, capaz de ablandar a tipas dura. Genial Mario, pero ni que eso fuese novedad. Más monos que estarán los dos en el concierto... Aisssss. Ayer en el de Pucela no les vi, así que supongo que irán a otro
¡Gracias, Plen! Me ha encantado
Este fic me lo tomo como algo personal, que lo sepas, me ha encantado y es que mi Sergi es mucho Sergi, capaz de ablandar a tipas dura. Genial Mario, pero ni que eso fuese novedad. Más monos que estarán los dos en el concierto... Aisssss. Ayer en el de Pucela no les vi, así que supongo que irán a otro
¡Gracias, Plen! Me ha encantado
Re: Inconfesable (Lemans o algo así)
Sin palbaras, me ha encantado. Jejeje, pobre Leo , siempre la pillan y Mario muy listo, como siempre jejeje. la cara de Molina seguro q era esta jajajaja. Gracias Plen
Vyra- Caso grave
- Localización : Valladolid
Re: Inconfesable (Lemans o algo así)
Esteeeee... Ruth, cariño, ¿cómo decirlo? ¡Sí! La culpa del tochazo simétrico que nos traemos entre manos también es tuya. ¿Cómo que por qué? ¿Acaso no fue idea tuya?
Vyra, me alegro de que te haya gustado. A este paso te volvemos Lemans de aquí a poquito
Vyra, me alegro de que te haya gustado. A este paso te volvemos Lemans de aquí a poquito
Plenilunio- Mandamás
- Localización : al teclado
Re: Inconfesable (Lemans o algo así)
jajaja como mucho me gustara el lado Lemans, pero seré Corleone ciempre jajajaja
Vyra- Caso grave
- Localización : Valladolid
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