San Nosequé Bendito (Lemans)
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San Nosequé Bendito (Lemans)
Otro fic rescatado de las profundidades de mi disco duro y escrito hace tiempo. Ahí queda.
San Nosequé Bendito
El calor era inaguantable. Y eso que se suponía que en el norte no tenían esas temperaturas. Pero solo él tenía la grandísima suerte de encontrarse en mitad de la peor ola de calor en décadas justo ahora que era su primer verano allí. Y eso no era todo. Su casa se encontraba en el casco viejo, en una callecita peatonal y casi siempre tranquila. Casi siempre. Ahí estaba el truco.
Eran las fiestas patronales de aquella pequeña localidad costera en que tan poco tiempo llevaba. San Nosequé Bendito. Si no era capaz de aprenderse el nombre de ninguna persona, mucho menos el de un fulano que iba por la vida haciendo milagros allá por el mil doscientos. A quién le importaba, de todos modos.
No sabría cómo se llamaba, pero eso sí, sí que sabía que le odiaba a muerte. A él y a los cabrones que habían decidido montar parte del sarao justamente bajo su ventana. Ni con ella cerrada conseguía conciliar el sueño. Los cristales retumbaban con los graves de la música, que para colmo era merengue guarrindongo e insoportable. Qué hijos de puta. Debería estar prohibido. Seguro que tenía que haber algún artículo de la Constitución que le amparase.
Se fue a la cocina y se preparó un cubata cargadito de ron. De allí se dirigió al salón, abrió la ventana y se asomó. Le dio un trago a su copa, la dejó sobre el alféizar y profirió un estruendoso eructo. “Si no puedes derrotarlos, únete a ellos”, se dijo, “Amor con amor se paga, así que tomad ruido, cabrones”. Pero los de abajo seguían a lo suyo sin inmutarse. Sería tardísimo, pero a ese hatajo de guiris recocidos no se les acababan las pilas. La pena era que no hubiera un apagón y se fueran todos ya a tomar por culo a joder a su puto hotel.
Asqueado y hartísimo de la misma mierda noche tras noche después de cinco días de festejos ininterrumpidos, se terminó el cubata de una sola vez y dejó caer el vaso a la calle. A ver si así se largaban. Fue a aterrizar a la derecha de una rubia lechosa reconvertida en un cangrejo que se reía como una hiena. Verla así, mini de calimocho en mano, le hizo recordar el dicho ese que decía que por qué será que lo que hace el vino no lo hacen las patatas.
Pero bueno, no todo eran disgustos. Lo que molaba ver a la rubia y a sus amiguitos los cangrejos nórdicos mirando hacia arriba, a su ventana y gritándole alguna burrada en su maldito idioma vikingo. Corso se carcajeó y les hizo un corte de mangas como respuesta. Premio, por fin se divertía aunque fuera un poquito.
Los cangrejos nórdicos se largaron al poco. De pronto, la calle parecía más un ir y venir de gente que una masa alcoholizada y estática, pero la densidad de borrachos por metro cuadrado no disminuía. Putos juerguistas. Puto San Nosequé Bendito. Él sí que se merecía el cielo y no ese milagrero de tres al cuarto. Lo único que valía la pena de toda esa mierda eran las tías con tirantitos y transparencias pasándole por debajo. En según qué ángulo tenía muy buenas vistas.
Como la de esa morenita de pelo rizado. No estaba mal, nada mal. Era alta y delgadita, pero con formas. Así de espaldas hasta tenía un aire a Leo. Leo, a saber dónde estaría esa ahora. Pasándoselo teta follándose a alguno en cama, seguro. A alguno que se lo mereciera y se lo montase en condiciones. A alguno que la tratase bien dentro y fuera del catre. A alguno que no fuera él.
La echaba de menos. La echaba muchísimo menos desde el momento en que se había subido a ese ascensor. Ver a la morenita así bailando de espaldas a él le traía demasiados recuerdos. Leo también sabía moverse así de bien. Y no solo cuando bailaba. Seguro que ella también se estaría divirtiendo igual o más que la morenita, quizá también en los brazos de algún chulazo moreno como ese que hasta se le parecía un poco a Mariete.
—Leo—masculló como si la tuviera delante—. Joder, Leo.
Como si le hubiera oído, algo imposible por el ruido y la distancia, la morenita se volvió. Y Corso creyó que se le acababa de parar el corazón. Que se había muerto y aquello era el infierno. Su propio infierno personal. No distaba mucho de la realidad. Leo estaba allí, mirándole con una sonrisa burlona.
El morenito que estaba con ella también se giró y le miró. Definitivamente, tenía que estar muerto. Mario bien agarradito a la cintura de Leo ante sus propios ojos de besugo. Leo rió y le dijo algo al oído a Mario con los ojos fijos en Corso. Tenía esa mirada suya de brillo travieso que no auguraba nada bueno. Pronto Corso entendió por qué. El morreo que se pegaron le dejó con un palmo de narices.
No permanecieron mucho allí, bajo su ventana. Apenas estuvieron el tiempo de acabarse sin prisas la copa, un mojito, según dedujo Corso por el color y la hojita de hierbabuena. Después, echaron a andar alejándose de su ventana en dirección a la plaza del ayuntamiento. Cuando ya estaban a punto de doblar la esquina, Leo volvió la cabeza y le miró. Sonreía. Y Corso supo que aquella última sonrisa era un adiós definitivo. Y que se le quedaría clavada en la memoria mientras viviera.
San Nosequé Bendito
El calor era inaguantable. Y eso que se suponía que en el norte no tenían esas temperaturas. Pero solo él tenía la grandísima suerte de encontrarse en mitad de la peor ola de calor en décadas justo ahora que era su primer verano allí. Y eso no era todo. Su casa se encontraba en el casco viejo, en una callecita peatonal y casi siempre tranquila. Casi siempre. Ahí estaba el truco.
Eran las fiestas patronales de aquella pequeña localidad costera en que tan poco tiempo llevaba. San Nosequé Bendito. Si no era capaz de aprenderse el nombre de ninguna persona, mucho menos el de un fulano que iba por la vida haciendo milagros allá por el mil doscientos. A quién le importaba, de todos modos.
No sabría cómo se llamaba, pero eso sí, sí que sabía que le odiaba a muerte. A él y a los cabrones que habían decidido montar parte del sarao justamente bajo su ventana. Ni con ella cerrada conseguía conciliar el sueño. Los cristales retumbaban con los graves de la música, que para colmo era merengue guarrindongo e insoportable. Qué hijos de puta. Debería estar prohibido. Seguro que tenía que haber algún artículo de la Constitución que le amparase.
Se fue a la cocina y se preparó un cubata cargadito de ron. De allí se dirigió al salón, abrió la ventana y se asomó. Le dio un trago a su copa, la dejó sobre el alféizar y profirió un estruendoso eructo. “Si no puedes derrotarlos, únete a ellos”, se dijo, “Amor con amor se paga, así que tomad ruido, cabrones”. Pero los de abajo seguían a lo suyo sin inmutarse. Sería tardísimo, pero a ese hatajo de guiris recocidos no se les acababan las pilas. La pena era que no hubiera un apagón y se fueran todos ya a tomar por culo a joder a su puto hotel.
Asqueado y hartísimo de la misma mierda noche tras noche después de cinco días de festejos ininterrumpidos, se terminó el cubata de una sola vez y dejó caer el vaso a la calle. A ver si así se largaban. Fue a aterrizar a la derecha de una rubia lechosa reconvertida en un cangrejo que se reía como una hiena. Verla así, mini de calimocho en mano, le hizo recordar el dicho ese que decía que por qué será que lo que hace el vino no lo hacen las patatas.
Pero bueno, no todo eran disgustos. Lo que molaba ver a la rubia y a sus amiguitos los cangrejos nórdicos mirando hacia arriba, a su ventana y gritándole alguna burrada en su maldito idioma vikingo. Corso se carcajeó y les hizo un corte de mangas como respuesta. Premio, por fin se divertía aunque fuera un poquito.
Los cangrejos nórdicos se largaron al poco. De pronto, la calle parecía más un ir y venir de gente que una masa alcoholizada y estática, pero la densidad de borrachos por metro cuadrado no disminuía. Putos juerguistas. Puto San Nosequé Bendito. Él sí que se merecía el cielo y no ese milagrero de tres al cuarto. Lo único que valía la pena de toda esa mierda eran las tías con tirantitos y transparencias pasándole por debajo. En según qué ángulo tenía muy buenas vistas.
Como la de esa morenita de pelo rizado. No estaba mal, nada mal. Era alta y delgadita, pero con formas. Así de espaldas hasta tenía un aire a Leo. Leo, a saber dónde estaría esa ahora. Pasándoselo teta follándose a alguno en cama, seguro. A alguno que se lo mereciera y se lo montase en condiciones. A alguno que la tratase bien dentro y fuera del catre. A alguno que no fuera él.
La echaba de menos. La echaba muchísimo menos desde el momento en que se había subido a ese ascensor. Ver a la morenita así bailando de espaldas a él le traía demasiados recuerdos. Leo también sabía moverse así de bien. Y no solo cuando bailaba. Seguro que ella también se estaría divirtiendo igual o más que la morenita, quizá también en los brazos de algún chulazo moreno como ese que hasta se le parecía un poco a Mariete.
—Leo—masculló como si la tuviera delante—. Joder, Leo.
Como si le hubiera oído, algo imposible por el ruido y la distancia, la morenita se volvió. Y Corso creyó que se le acababa de parar el corazón. Que se había muerto y aquello era el infierno. Su propio infierno personal. No distaba mucho de la realidad. Leo estaba allí, mirándole con una sonrisa burlona.
El morenito que estaba con ella también se giró y le miró. Definitivamente, tenía que estar muerto. Mario bien agarradito a la cintura de Leo ante sus propios ojos de besugo. Leo rió y le dijo algo al oído a Mario con los ojos fijos en Corso. Tenía esa mirada suya de brillo travieso que no auguraba nada bueno. Pronto Corso entendió por qué. El morreo que se pegaron le dejó con un palmo de narices.
No permanecieron mucho allí, bajo su ventana. Apenas estuvieron el tiempo de acabarse sin prisas la copa, un mojito, según dedujo Corso por el color y la hojita de hierbabuena. Después, echaron a andar alejándose de su ventana en dirección a la plaza del ayuntamiento. Cuando ya estaban a punto de doblar la esquina, Leo volvió la cabeza y le miró. Sonreía. Y Corso supo que aquella última sonrisa era un adiós definitivo. Y que se le quedaría clavada en la memoria mientras viviera.
Plenilunio- Mandamás
- Localización : al teclado
Re: San Nosequé Bendito (Lemans)
Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja!!!!
Re: San Nosequé Bendito (Lemans)
jejejjeeje q bueno!!!! sabes q le faltaba a Leo?? haber sacado un dedo de paseo XD
Vyra- Caso grave
- Localización : Valladolid
Re: San Nosequé Bendito (Lemans)
Qué bruta eres tú también. Con lo educadísima que es Leíto, ella nuuuunca haría eso...
Plenilunio- Mandamás
- Localización : al teclado
Re: San Nosequé Bendito (Lemans)
jejejej sabes q soy Corleone, pero hay cosas q solo se pueden hacer una vez en la vida XDPlenilunio escribió:Qué bruta eres tú también. Con lo educadísima que es Leíto, ella nuuuunca haría eso...
Vyra- Caso grave
- Localización : Valladolid
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