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Y cada vez más tú y cada vez más yo (Lemans)

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Mensaje por Atiram Lun Abr 13, 2009 11:57 pm

Bueno, tenía que estrenar esta sección ya de una vez por todas. Estoy desentrenada así que no seais muy crueles conmigo, que hacía siglos que no cogía papel y boli (mentira mentirosa) para ponerme a escribr.
Historia cortita lemans, culpa de Plen. Sexo implícito, pero vamos, nada que no pueda leerse sin necesidad de que Dios mate a un gatito. Plen, gracias por todo, como siempre Wink


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Parece que Mario es la única persona que trabaja junto a ella en la unidad. Leo no entiende la manía que le ha dado a Molina de ponerles a trabajar siempre juntos. Desde que Corso no está, y mientras esperan su recambio, la mayoría de los días le ha tocado compartir curro con él, y no es que no le guste la idea, es que, simplemente, le resulta insoportable.

Hoy ha tocado registro en uno de los barrios periféricos de Madrid, ha cruzado los dedos mientras Molina repartía las tareas entre los miembros de la unidad, pero no ha servido de nada, su compañero vuelve a ser Mario.

Se pasa la mano por la cabeza y rasca su coronilla, como si eso sirviese para librarse del marrón, quizás si le dijese que se encuentra mal… Molina lo entendería, siempre ha sido como un padre tanto para Rocío como para ella, pero no, ella no es así, cuando se trata de cosas de trabajo no hay excusa que valga. Lidiará un día más con Mario, total, no es tan fiero el león como lo pintan.

Rocío le hace un guiño cuando cruzan las miradas, la pobre está en el medio de lo que parece una guerra absurda y sin misión de paz que apacigüe los ánimos de ambos. El trato es áspero y exclusivamente profesional y Leo se repite a sí misma cada día que solo tiene lo que se merece, que ella fue quien echó a perder todo lo que un día tuvo. A ratos se arrepiente de haber corrido a los brazos de Corso y, aunque no lo reconocería ni borracha, se siente estúpida por haberle querido. O por quererle aún, ni ella lo sabe.

Y es que sí, aquel que un día dijo a Corso que era incapaz de querer a nadie le conocía muy bien, era ese exactamente el problema de él, nunca supo querer, o quizás no pudo porque nadie le había enseñado a hacerlo. Qué sabe ella, ni siquiera está segura de saber querer, no es quién para dar clases de moral a nadie. Y sino que le pregunten al pobre Mario.

Quiso quererle, lo intentó, y está segura de que no ser por Corso lo habría conseguido. Pero no pretendía engañar a nadie, por mucho que ahora su sinceridad le esté pesando como una losa a sus espaldas.

Observa cómo Mario repite meticulosamente el mismo rito de todos los días. Placa, arma y esposas perfectamente colocadas en su lugar. Llaves del coche en mano se dirige al ascensor.

Leo suspira mientras recoge su arma reglamentaria y de una carrerilla se mete en el mismo ascensor en el que Mario está pulsando el botón de la planta baja. Ya podía haberle avisado de que ya bajaba. Molina no sabe lo que hace, si lo supiese no, les pondría como compañeros de aventuras, aquello terminará por estallar, y no parece importarles mucho ni el dónde ni el cómo.

El silencio en el coche es un habitual entre ellos, ya ni siquiera les incomoda. Leo prefiere mirar por la ventanilla mientras se aleja de allí entre pensamientos y recuerdos. Mario, por su parte, se concentra en la carretera y en no pensar en nada más que en el caso que le ocupa en ese momento. Repasa una y otra vez los detalles de cada caso, de cada informe, cada paso que queda por dar. Lo que sea por no pensar en ella, en ella que va a su lado pero que tan lejos está de él. En ella que no supo aceptar lo que él le daba sin pedir más que un poco de entrega a cambio.

Aparcan después de dar varias vueltas a la manzana para encontrar sitio, Leo se pregunta por qué Mario nunca hace uso de las ventajas de llevar placa y deja el coche en el lugar que mejor les pille en ese momento, pero enseguida sacude la cabeza, Mario no es así.

Bajan en silencio y como si estuviesen sincronizados se acercan hasta el portal. Tienen suerte, la puerta está abierta. Mientras suben las escaleras Leo piensa en agarrarle del brazo y hacerle hablar, pero sabe que es inútil, que Mario no quiere hablar con ella y que, seguramente, también habría preferido otro compañero.

Rocío pasa mucho tiempo con él, fue Roci quien estuvo ahí para secarle las lágrimas que ella provocó, quien consigue arrancarle una sonrisa y con quien le ha visto abrazado en alguna ocasión. Se ha repetido mil veces que no tiene porqué sentirse celosa, ni siquiera tiene derecho, al fin y al cabo Mario ya no es su novio, pero se siente así. Celosa como una estúpida cría que le monta pollos a su chico por saludar a una antigua amiga, y ella no quiere llegar a esos extremos, aunque cada vez se le haga más difícil vivir con la distancia marcada entre ambos.

Cuando quiere darse cuenta Mario ha llamado al timbre del 4º B, una chica joven con aires de sabihondilla les abre la puerta. Mario le gusta, solo hay que ver el vistazo que le ha echado de arriba abajo, si Mario se da cuenta de eso pueden hacerle cantar “La Traviata”. Y que deje de mirarle así, o se va a buscar una mala hora, como dice Molina.

Mario saca de su bolsillo un par de guantes, unas bolsitas y unas pinzas. Están en su terreno, nadie mejor que él para realizar este trabajo, su meticulosidad y su gran capacidad de observación son sus mayores aliados en estos momentos. Sin embargo, Leo está más preocupada de las miradas de la testigo al trasero de su compañero.

-. Entonces ¿dónde estuvo la noche del asesinato?- Mario la mira sobresaltado, como si nunca hubiese escuchado su voz. ¿Qué estaba haciendo Leo? Aquella chica no era sospechosa de nada, ¿a qué venían esas preguntas?
-. Estuve en casa de mis padres, ya se lo dije a sus compañeros.
-. ¿Y cuándo volvió?
-. A la mañana siguiente. Encontré el cuerpo de Carolina tumbado sobre su cama y llamé a la policía.
-. No se la ve muy apenada por la muerte de su compañera…- Mario decide intervenir, no sabe qué está haciendo Leo, pero no va a dejar que siga con sus insinuaciones, aquella chica tiene una coartada sólida que al menos pueden corroborar 4 personas.
-. Leo, ven un momento por favor.

Sabe de sobra lo que significa esa mirada de Mario, y sabe lo que piensa de ella en esos instantes. La lleva del brazo hasta un rincón de la habitación y usa un tono de voz con el que está seguro de que la chica no les va a escuchar.
-. ¿Puedo saber qué cojones estás haciendo, Leo?
-. Nada, solo preguntaba. Quizás sepa algo más de lo que nos ha contado.
-. La estás acusando de asesinato.
-. Cree lo que quieras, yo creo que esconde algo.
-. Leo, basta. Molina y Rocío ya la interrogaron ayer, está limpia, ella no es la asesina.
-. Bueno, eso es lo que tú piensas, pero yo puedo pensar diferente, ¿no? – Como si aquello fuese una novedad, como si en algún momento de sus vidas hubiesen pensado igual.

Mario sacude la cabeza y Leo se aleja de allí, que piense lo que quiera, ella va a seguir preguntándole, y así de paso se asegura que deja de mirarle. Después de un buen rato en el piso deciden volver a comisaría, tienen que entregar las muestras a los de la científica, y de camino tendrán una larga charla.

Mario espera sentado en el asiento del conductor a que Leo entre, ha bajado detrás de él y a un ritmo menor, como si quisiera quedarse a solas con la muchacha y poderle preguntar algo más, pero la mirada de él desde las escaleras la ha hecho cambiar de opinión.
-. ¡Joder!
-. ¿Qué te pasa?
-. Me dejado el móvil en mi casa, iba a llamar a Molina para preguntarle unas cosas.
-. Si quieres podemos pasar antes de ir a la unidad. –Mario pretendía ser amable, pero no le sale un tono de voz dulce, ni siquiera neutro, está cabreado y no sabe disimularlo.

Leo asiente con la cabeza, no tiene ganas de hablar con él, sabe que aún la espera una buena bronca, y se dice a sí misma que ya es mayorcita como para que nadie le lea la cartilla. Pero sabe que se lo merece.
-. ¿Puedo saber a qué jugabas antes, Leo?
-. No jugaba a nada, ya te dije que creo que la chica nos oculta algo.
-. ¿Ah, sí? ¿Algo cómo qué?
-. No lo sé, si me hubieses dejado seguir preguntando lo habríamos descubierto.
-. Coño, Leo, que no eres nueva, sabes que no puedes hacer eso.
-. Ah, ¿no? ¿Y me lo dices tú?

La cara de Leo no demuestra ningún signo de arrepentimiento después de la pregunta a Mario, al contrario, le mira fijamente a la cara para comprobar qué efecto ha tenido en él. Mario deja de mirar por unos segundos la carretera para dedicarla una mirada cargada de dolor, sabe que no es él el más apropiado para hablar de lo que es correcto y lo que no, pero el golpe de Leo ha sido bajo, muy bajo.

Nota que la queman los ojos y decide mirar por la ventanilla, por suerte están cerca de su casa, en apenas unos minutos se habrá librado de la mirada dolorida de Mario. Tira con ímpetu de la goma que recoge su pelo corto en una graciosa coletita, está rabiosa consigo misma. Sabe que lo que ha dicho ha hecho daño a Mario, pero este no ha sido capaz de contestarle, necesita oír en su voz lo que siente y no sabe hacerlo de otra forma, no es capaz de conseguir que Mario vuelva a ser con ella quien fue en su momento.

Cuando el coche se para enfrente del portal de su casa respira aliviada, aunque maldice mentalmente al que dejó ese hueco libre para que Mario pueda aparcar sin problemas. Hubiera preferido dejarle aparcado en doble fila con el coche esperándola, así no tenía ninguna oportunidad de acompañarla. Por el sonido de su cinturón de seguridad sabe que exactamente es eso lo que Mario va a hacer, acompañarla a su casa. Si no hubiese sido tan estúpida de dejarse olvidado el móvil…

Mario la mira serio mientras suben en el ascensor, sin decir nada, pero dejando claro lo que piensa en esos momentos. Leo le conoce bien, sabe que al final acabará estallando y que es probable que la 2ª Guerra Mundial sea una tontería al lado de lo que va a ocurrir cuando Mario abra la boca. Pero se lo tiene merecido y lo sabe.

Cierra la puerta de su casa mientras suspira y se revuelve el pelo que ahora lleva suelto. Nota los ojos de Mario sobre ella, sabe que cuando se dé la vuelta tendrá que enfrentarlos, pero Mario ni siquiera la da tiempo a girarse.
-. Voy a pedir el traslado. Es lo mejor para todos.
-. Eso, es mejor huir, ¿no?
-. ¿Huir, Leo? ¿Soy yo el que huye? ¿Estás segura? No he sido yo quien ha escondido la cabeza bajo el ala, ni quien se niega a hablar de los problemas, ni siquiera he sido yo quien ha decidido mentir. Yo no huyo, Leo, me enfrento a los problemas, pero aquí no puedo, me ahogas a cada momento.
-. ¿Yo? Soy yo quien tiene la culpa de todo, ¿no?
-. Yo no he dicho eso. Tan solo que me haces cargar con las culpas de algo que ocurrió y por lo que no me dejasteis confesar…
-. Hazlo.
-. Leo, no me toques los cojones, sabes de sobra que no quieres que lo haga.
-. ¿No eres tan valiente? Hazlo, arruíname la vida y de paso también la tuya.
-. Pues entonces deja de recordarme a cada momento que fui yo quien disparó y que tú no me lo pediste.

Leo toma aire intentando calmarse un poco, sabe que esta discusión no les lleva a ninguna parte que no conozcan ya, a hacerse más daño.
-. Está bien, si quieres, irte hazlo.
-. No se trata de querer o n… -Pero a Mario no le da tiempo a terminar la frase. Leo ha tomado su boca con furia, como si ese beso fuese de verdad el de la despedida, como si no hubiese tiempo para más besos, como si en ese instante se fuese a terminar el mundo.

Leo le empuja contra la pared mientras sigue besándole furiosamente, se deshace como puede de su americana y deja que ahora sea Mario quien la ponga a ella contra la pared.
Saben de sobra lo que están haciendo, se conocen bien también en ese aspecto y Mario tarda poco en quitarle la camiseta, mientras van dando tumbos por el pasillo camino de la habitación de Leo.

Leo saca con fuerza la camisa de entre el pantalón de él y desabrocha los botones con rabia mientras le muerde los labios, deja que la camisa caiga por sus brazos y termina de arrancársela de un tirón, están cerca de la cama. Un empujón basta para que Mario caiga de espaldas sobre el colchón en lo que ella se quita su pantalón y se tumba sobre él.
-. Leo, Leo –La voz entrecortada de Mario la devuelve por unos segundos a la tierra.- ¿Qué estamos haciendo? Para. Esto no es buena idea.

Mario hace amago de levantarse, pero Leo está más rápida que él y desliza sus manos por la espalda de Mario, está buscando algo que encuentra rápido. Ante el estupor de Mario, Leo abre las esposas y toma la mano derecha de él que esposa al cabecero de su cama. Sonríe pícaramente antes de volver a tomar su boca para evitar que hable de nuevo. Ella tiene muy claro lo que está haciendo.

Esposado, con Leo encima y a medio vestir no tiene muchas opciones de escapar. Y tampoco tiene claro que quiera hacerlo. Suspira mientras ve a Leo terminar de desnudarse y desnudarle, sabe lo que viene ahora y sabe que, en el fondo, desea hacerlo.
Ya pensará después en las consecuencias.

Aún con el pelo mojado por el sudor y la respiración agitada después del clímax Leo salta de la cama. Mario la mira extrañado. El teléfono móvil de Leo suena desde hace un rato y ni siquiera lo había oído.
-. ¿Sí?
-. ¿Os han secuestrado por el camino?
-. Eh, hola Molina, no, no. Tuvimos un pequeño problema, ya vamos para la unidad.
-. No te preocupes, no hay prisa. Si tenéis la habitación del motel ya pagada, disfrutadla un ratito más.

Mario, que ha escuchado todo gracias al manos libres, se queda pálido al escuchar a su jefe, mientras Leo no sabe si reír o llorar. Ya habrá tiempo de decidirlo, ahora tienen que ponerse en marcha y llegar pronto a la unidad.
-. ¿Dónde tienes las llaves?
-. En el bolsillo trasero del pantalón.

Una vez liberado de las esposas se viste con rapidez, quiere salir cuanto antes de la casa de Leo y olvidar y huir. Si ella quiere pensar que es un cobarde, que lo haga, poco le importa ya, se acaba de tirar a la mujer que ama y con la que lleva meses sin hablarse.

Mientras se dirigen a la unidad Mario observa a Leo, está callada y mira por la ventanilla del coche. Suspira una vez más, tienen mucho de lo que hablar cuando terminen el turno.
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Mensaje por Plenilunio Mar Abr 14, 2009 12:01 am

cheers Muy bien, señorita. Ya te lo he dicho cuando me lo has enviado para que fuera una perraca cruel y sin escrúpulos que te sacara hasta la última tilde fuera de sitio: me gusta mucho. Eso sí, la próxima vez que se te ocurra pedirme permiso para subir nada, te endiño Amenaza . Una montaría el chiringuito casi sola inicialmente, pero ahora vamos a pachas
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Mensaje por Atiram Mar Abr 14, 2009 12:05 am

Gracias, maestra. Ya sabes que lo mío son las comas Razz:P fuera de sitio, eso sí. Lo de preguntarte era una mezcla de cortesía y ganas de picharte, jiji.
Eso, lo dicho, que gracias!! Achuchón
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Mensaje por Vyra Mar Abr 14, 2009 3:13 pm

weno aparte de decir q a pesar de ser Corleone, al historia sta cojonud* jeje, solo tengo una pregunta:
Por qué tngo q ser yo la muerta?? Acaso te he hecho algo en otra vida, o... en esta?? Twisted Evil jajaja. Estupenda Ati!
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Mensaje por Atiram Mar Abr 14, 2009 3:15 pm

Jajajaja. No me había dado cuenta de ese detalle... de todos modos no eras tú, sería una tocaya tuya, por eso no sufras Wink

¡Gracias, paisana!
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Mensaje por Vyra Mar Abr 14, 2009 6:41 pm

jejeje weno, entonce spor esta vez pase eh?? jajaja pa la proxima espero tener un pokito mas d vitalidad jajaja ponme d mala o algo jajaja. besiñossssssss
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Mensaje por pbbes Vie Abr 17, 2009 12:39 pm

mas vale tarde que nuca me ha encatao guapa bsos

pbbes
De paso
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